
Leonardo Torres Quevedo
Leonardo Torres Quevedo nació el 28 de diciembre de 1852, en Santa Cruz de Iguña, Molledo, Cantabria.
Su padre, Luis Torres Vildósola y Urquijo, era ingeniero de caminos en Bilbao, donde ejercía como ingeniero de ferrocarriles.
Su madre fue Valentina de Quevedo y Maza, y tuvo dos hijos más, Joaquina y Luis.
Estudió bachillerato en el Instituto de Enseñanza Media de Bilbao.
Sus padres decidieron que pasara dos años (1868 y 1869) en el Colegio de los Hermanos de la Doctrina Cristiana, en París.
Allí conoció la cultura, costumbres y lengua francesa.
Esto le beneficiará, posteriormente, en sus relaciones científico-técnicas con personalidades e instituciones científicas como la Academia de Ciencias de París.
Juventud
Cuando volvió a Bilbao, se quedó alojado en casa de unas parientas, las señoritas Barrenechea, debido a los viajes de trabajo de su padre.
Más tarde, heredaría la fortuna de estas, lo que hizo posible independizarse de la profesión de ingeniero y dedicarse de lleno a sus investigaciones e inventos.
Por traslado del padre, la familia se instaló en Madrid en el año 1870.
Allí inició sus estudios superiores, en la Escuela Oficial del Cuerpo de Ingenieros de Caminos, comenzando en 1871 y terminando en 1876 con el nº 4 de una promoción de 7.
En 1873, acudió como voluntario a la defensa de Bilbao, sitiada por tropas carlistas durante la Tercera Guerra Carlista.
En mayo de 1874, volvió junto a su hermano a Madrid, donde finalizó sus estudios.
Comenzó a trabajar en la misma empresa de ferrocarriles, en la que trabajaba su padre, pero por poco tiempo.
Leonardo Torres Quevedo emprendió un largo viaje por Europa para conocer y aprender los nuevos avances científicos, sobre todo en el área de la electricidad.
A su regreso, se instaló en Santander, donde comenzó sus trabajos de estudio e investigación.
Fruto de ello, concluiría su primer trabajo científico en 1893.
En 1885, se casó en Portolín, Santander, con Luz Polanco y Navarro.
Luz Polanco le daría ocho hijos: Leonardo (fallecido a los 2 años), Julia (también fallecida), Gonzalo, Luz, Valentina, Luisa, Leonardo y Fernando.
Allí construye un transbordador: primero en el valle de los Venenales y posteriormente en el Valle de Iguña.
Trabajó en sus primeros transbordadores en 1887, y los presentó en Suiza en 1890, aunque no fueron aceptados.
Ante este fracaso, abandonó el tema de los transbordadores momentáneamente.
Cambio de rumbo
En 1889, se instaló en Madrid, participando de su vida social, literaria y científica.
Allí presenta su memoria sobre las “Máquinas Algébricas” a la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales.
En 1895, presenta la memoria “Sur les Machines Algébriques” en un congreso en Burdeos, y “Machines a calculer” en la Academia de Ciencias de París en el año 1900.
Fue nombrado director del Laboratorio de Mecánica Aplicada, donde se dedicó a la fabricación de instrumentación científica.
También ingresó en la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de Madrid, con un discurso sobre máquinas algebraicas.
Años más tarde, en 1910, acabaría siendo presidente de esta Real Academia.
Presentó en 1902, un anteproyecto de globo dirigible a las Academias de Ciencias de Madrid y París; y en 1903, la patente del telekino.
Transbordador

En octubre de 1907, inauguró el transbordador funicular de Monte Ulía, cerca de San Sebastián.
En 1916, se construyó y explotó, el transbordador del Niágara (EE. UU.), mediante una sociedad domiciliada en Canadá, con capital español (Niágara Spanish Aerocar Company Limited).
Estaba dirigida por Gonzalo Torres y Polanco, hijo de Leonardo Torres Quevedo.
Esta magnífica obra de ingeniería, sigue aún hoy en funcionamiento.
Máquinas Algebraicas
Leonardo Torres Quevedo presenta una memoria sobre “Máquinas Algebraicas” a la Dirección General de Obras Públicas, en 1893.
El académico ponente, Eduardo Saavedra, realiza un informe favorable de dicha memoria y la Real Academia de Ciencias le concede unas ayudas, en 1894.
Se publica la primera memoria sobre “Máquinas Algebraicas“, en junio de 1895, en Bilbao.
Viajó a Francia, donde presentó en la Academia de las Ciencias de París, sus “Máquinas Algebraicas“.
También, visitó diferentes centros de investigación y laboratorios de mecánica, para estudiar las opciones de que disponía para la fabricación de sus calculadoras.
En el año 1900, presentó su calculadora mejorada en la Academia de Ciencias de París, y también, otro modelo que calculaba las raíces reales de las ecuaciones trinomias, a la que llamó “Máquina de Calcular“.
Con los procesos de la electricidad, la electrónica y la metrología, las calculadoras cambiaron drásticamente, hasta ser sustituidas por las de tipo electrónico.
Leonardo Torres Quevedo ingresó el 19 de mayo de 1901 en la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de Madrid.
Allí ocupó el puesto que dejó vacante Alberto Boch y Fustegueras, con un discurso sobre “Máquinas Algébricas” modelo de claridad y exposión.
Fue el reconocimiento a todas sus investigaciones, años inagotables de estudios y trabajos, en España y en Francia, donde obtuvo innumerables apoyos y amigos.
Reconocimiento
Por idear un diccionario tecnológico en español, fue propuesto a la Unión Internacional Hispano Americana de Bibliografía y Tecnologías Científicas.
Ocupó un sillón en la Real Academia Española de la Lengua, el 31 de octubre de 1920, el sillón de la letra N.
Era el sillón que había ocupado Benito Pérez Galdós.
Fue también elegido presidente de la Sociedad Matemática Española, cargo que ocupó hasta 1924.
Ese año creó su segundo autómata ajedrecista.
En 1922, La Sorbona le nombra “Doctor Honoris Causa“, y en 1927, se le nombra uno de los doce miembros asociados de la Academia de Ciencias de París.

Fue un decidido partidario del idioma internacional “Esperanto”, que apoyó entre otros lugares, en el Comité de Cooperación Cultural de la Sociedad de Naciones.
Fue también, un miembro de la Academia Hispano Americana de Cádiz; de Ciencias de Zaragoza, Buenos Aires o París, y además de la Sociedad de Física e Historia de Ginebra.
Recibió honores y condecoraciones como la Gran Cruz de Alfonso XII y Carlos III.
Obtuvo la Medalla Echegaray de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de Madrid, y el Premio Parville de la Academia de Ciencias de París.
En 1906, la Junta Directiva del Ateneo de Madrid le rindió homenaje por su labor, y pidió al gobierno que apoyara a Leonardo Torres Quevedo.
El Gobierno, en 1907, crea bajo su dirección el Laboratorio de Mecánica Aplicada que sería construido varios años después.
Allí se construyó un gran número de inventos e instrumentos científicos, para Ramón y Cajal, Blas Cabrera, y otros muchos.
Dirigible
El primer proyecto de dirigible, Leonardo Torres Quevedo lo presentó en 1902, a las Academias de Ciencias Española y Francesa.
El 4 de enero de 1904 se crea, el Centro de Ensayos de Aeronáutica, con Leonardo Torres Quevedo como director.
En 1905, con la ayuda del capitán de ingenieros Kindelan, se realizaron los primeros trabajos y ensayos en el Parque Aerostático Militar de Guadalajara.
Años después, presenta en París un nuevo proyecto de dirigible.
La empresa Astra, le solicita la concesión exclusiva de la patente del globo aerostático, para su explotación.
Se construyeron varios modelos: en 1911 el Astra-Torres XIV y en 1914 el Astra XV.
Ensayo sobre automática
A Leonardo Torres Quevedo se le puede considerar como uno de los precursores en el campo de la Cibernética.
Son tres las máquinas inventadas por él:
El Telequino, el Autómata Ajedrecista y el Aritmómetro Electromecánico.

Todos, como consecuencia de los principios enunciados en el “Ensayo sobre automática“.
En dicho ensayo, expone un proyecto de sistemas para realizar operaciones aritméticas por procesos digitales.
Leonardo Torres Quevedo se decide por el uso de sistemas electromecánicos haciendo ver que en éstos radica el futuro.
Predice que los autómatas tendrán sentidos, poseerán miembros, dispondrán de energía, y además, capacidad de discernimiento o de elección entre diferentes opciones.
El ensayo fue la culminación de sus estudios e investigaciones y los aparatos mencionados, ejemplos de lo que podía hacerse con los principios establecidos.
Leonardo Torres Quevedo introduce la ingeniería electromecánica y se convierte en pionero de las máquinas calculadoras digitales.
El posterior desarrollo de la electrónica ha hecho posible, construir las máquinas propuestas por él.
Telekino

El Telequino es un mando a distancia, que utiliza ondas electromagnéticas que actúan sobre un electroimán, cuyo armazón se emplea en las señales Morse.
Se realizaron numerosas pruebas públicas del invento.
La primera con un triciclo en el frontón Beti-Jai en Madrid, en 1904.
La segunda con una barca en la ría de Nervión, en 1905, y otra vez con una barca en la Casa de Campo de Madrid, en 1906; todas ellas con un gran éxito.
La idea de Leonardo Torres Quevedo era usarlo con torpedos submarinos y dirigibles, no pilotados y gobernados a distancia.
Pero toda esa labor tuvo que pararse por la falta de permiso de las autoridades de la época.
El Telequino, el primer autómata de Leonardo Torres Quevedo, supuso el nacimiento de la nueva ciencia automática y el inicio de la era electromecánica.
Autómata Ajedrecista
Leonardo Torres Quevedo diseñó dos ajedrecistas, el primero lo construyó en 1912, y fue presentado en el Laboratorio de Mecánica de la Sorbona, en 1914.
La construcción de esta máquina parte de los principios sobre sistemas de conmutación, que él mismo enunció en su célebre memoria sobre el automatismo.
El segundo lo termina su hijo Gonzalo, bajo su dirección, en 1920 y lo presenta en París en 1922.
El resultado fue una máquina más elegante y más perfeccionada técnicamente.
La máquina juega al ajedrez, piensa, mueve las piezas y hace jaques con sus movimientos hasta conseguir el jaque mate; el cual es anunciado por un gramófono.
Es la primera máquina electromecánica que juega al ajedrez y se establece como una de las primeras exhibiciones de inteligencia artificial.
Disponía de diferentes unidades como una computadora actual y una máquina de escribir como sistema de salida.
Otros inventos
Leonardo Torres Quevedo también inventó:
- El indicador de coordenadas.
- El lanza-cables.
- Un aparato para grabar discursos, sin taquígrafo.
- Un buque campamento.
- Un puntero proyectable.
- Un sintetizador de movimiento.
- Jugadores autómatas.
- Una balanza automática, etc.
Como fruto de su trabajo, recibió la Medalla de Oro Echegaray, en 1916, de manos del rey Alfonso XIII.
Fallecimiento
Después de una enfermedad progresiva, el 18 de diciembre de 1936, Leonardo Torres Quevedo fallece a los 84 años en Madrid.
Tras su fallecimiento, se creó un instituto con su nombre, dedicado a diseñar y fabricar instrumentos e investigar problemas mecánicos, eléctricos y electrónicos.
Leonardo Torres Quevedo es uno de los más grandes inventores de España y merece ser recordado como tal.